MUJERES EN LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA
María Remedios del Valle
María Magdalena Güemes
Juana Azurduy
Belgrano tuvo una estrecha relación con Tucumán. Y en estas tierras, también
aportó su visión sobre la necesidad de lograr la igualdad en diversos aspectos
en términos concretos. En ese sentido, supo pensar a la mujer de una forma poco
común a su época. De hecho, en la batalla que se libró en la provincia, 120 de
ellas estuvieron codo a codo en las tropas.
Belgrano, en ese sentido, era de los pocos revolucionarios en correr a
la mujer del rol que comúnmente se les asignaba. La especialista recordó que el
creador de la bandera tenía una marcada formación liberal que, a su vez, estaba
influenciada por la Revolución Francesa. "Él también creía que las mujeres
tenían que tener un rol activo en educarse". Asimismo, recordó que les dio
un lugar destacado para "ir al combate y pelear por la Patria".
"Confió en la capacidad de mando", indicó en relación, por ejemplo,
del caso de María Remedios del Valle,
una mujer negra que formó parte del Ejército del Norte, nombrada capitana y que
llegó al rango de Sargento Mayor.
Durante el periodo de guerras de independencia, la situación de las
mujeres no fue una preocupación para la elite dirigente. La excepción fue Manuel
Belgrano, quien se declaró en
varias oportunidades a favor de la educación de las mujeres y logró, a su vez,
incorporar en su ejército a 120 mujeres, las cuales lucharon contra las fuerzas
realistas en la Batalla de Tucumán en
1812".
María
Remedios del Valle: la Madre de la Patria
En 1810, la primera expedición por la independencia
partió, desde Buenos Aires, hacia el Alto Perú, entre las filas de hombres iba
una mujer liberta, de origen africano, que acompañaba a su marido y a sus dos
hijos. Se llamaba María Remedios Del
Valle. Por su inigualable contribución a los ideales de libertad el general
Gregorio Aráoz de Lamadrid no dudó en decir que esta mujer merecía ser nombrada
como «la Madre de La Patria». María luchó en las batallas más
resonantes por la independencia, combatió en Huaqui, estuvo junto a Belgrano -quien la nombró capitana- en los
triunfos de Tucumán y Salta y en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.
En los combates recibió seis heridas de bala.
Atendió y alimentó a los heridos a la vez que perdió en el campo de batalla a
su esposo y a sus hijos. ¿Qué más podía entregar o qué más era posible perder?
Sin embargo, en cuestiones de guerra el sufrimiento humano no tiene límites:
María cayó prisionera durante la batalla de Ayohuma.
María
Magdalena Güemes: espía y mediadora
Con una madre descendiente de
conquistadores y un padre funcionario de la Corona española, Macacha, como le decían, hermana del
conocido caudillo Martín Miguel de Güemes, formaba parte del exclusivo
círculo de la élite salteña. Las fuentes históricas coinciden en
destacar la unión de los hermanos, desde la infancia y por el resto de sus
vidas. Juntos se involucraron en la gesta de la independencia. Los «infernales»
de Güemes eran el ejército de gauchos que los hermanos organizaron y sumaron a
la causa.
María se convirtió en una experta
espía: con otras mujeres coordinaban arriesgadas misiones de
inteligencia. Es sabido que escondían en sus vestidos mensajes con información
sobre los realistas que hacían llegar al ejército. Este equipo de espionaje
popular fue muy eficaz en complicarle la vida al enemigo.
Juana
Azurduy: la guerrera
El hogar de los Azurduy, en una hacienda
cerca de Chuquisaca (hoy, Bolivia), no estaba formado por un matrimonio
convencional propio de la época colonial. Matías Azurduy provenía de una
familia española con privilegios y se había casado con Eulalia Bermudes, de
sangre mestiza. En el invierno de 1780 se convirtieron en los padres de Juana,
quien desde muy joven abrazaría las causas revolucionarias.
La pequeña Juana quedó huérfana a los 7 años, entonces, pasó al cuidado
de sus tíos. En 1805 se casó con el hacendado Ascencio Padilla, vecino de las
tierras de Juana. Eran tiempos
felices, pero los dos querían luchar por la libertad, por eso, sus vidas
fueron tan turbulentas como dramáticas. El matrimonio, muy pronto, se perfiló
como revolucionario durante las rebeliones de Chuquisaca y La Paz, actual
Bolivia (en ese entonces territorio del Virreinato del Río de La Plata).
La
historia de Juana demuestra el
importante, y activo, rol de las mujeres en el proceso por la independencia.
Continuando con sus actos heroicos, luchó en la dura derrota de Huaqui (1811), y después de este
combate fue
prisionera de guerra junto a sus hijos, luego rescatados por su
esposo. La casa, bienes y tierras de los Padilla fueron confiscados por los
realistas. Luego siguió combatiendo bajo las órdenes de Belgrano. Juana organizó el «Batallón de Leales» con el que participó en
la derrota de Ayohuma.
Tal fue el papel preponderante de esta guerrera que Belgrano, en reconocimiento a su lucha
incansable, le entregó su sable, luego del triunfo en el combate del Villar
(1816). El gobierno de Buenos Aires, a instancias de Belgrano, la asciende a teniente coronela, la única mujer que recibió este
honor por parte del Ejército Argentino.
Juana, con su
chaqueta roja de franjas doradas y sombrero con plumas azules y blancas, luchó
en el barro de los campos de batalla por la defensa de la patria mientras lo
iba perdiendo todo; sus cuatro hijos murieron durante las crueldades de la guerra.
Estaba embarazada de su quinto hijo cuando fue herida y cayó prisionera en el combate
de La Laguna. Su marido logró rescatarla, pero a él le costó la vida.
Finalmente, ante el nuevo escenario militar de abandonar la ruta
altoperuana Azurduy se une al caudillo Juan Martín de Güemes.
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