HOLA CUARTO
¿QUÉ PASABA
EN LAS CALLES DE TUCUMÁN AQUEL 9 DE JULIO?
El martes 9 de
julio de 1816 no llovía como en
aquel 25 de mayo de hacía seis años. El día estaba muy soleado y a eso de las
dos de la tarde los diputados del Congreso empezaron a sesionar. A pedido del
diputado por Jujuy, Sánchez de Bustamente, se trató el “proyecto de deliberación sobre
la libertad e independencia del país”. Y la verdad es que no hubo
discusión. Todos estuvieron de acuerdo en declarar la independencia. Ese día no hubo
fiestas, pero todos se prepararon para los festejos del día siguiente.
Los actos empezaron a eso de las nueve de
la mañana con una misa celebrada por un congresal: el sacerdote Castro Barros.
Asistieron todos los diputados, el gobernador Aráoz y el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón.
En la plaza esperaba la gente, parecía un
domingo. Unos con ponchos y botas, otros con galeras y chaquetas, escuchaban a
los cantores que interpretaban cielitos y zambas que tenían como tema principal
la Independencia,
aunque siempre mezclaban en su repertorio canciones “de amor”, que tanto le
gustaban a las chicas.
Después de
la misa los congresales tenían que
seguir trabajando. Quedaban varios asuntos por resolver. Se hicieron tiempo
para mezclarse con la gente y compartir unos ricos pastelitos y volvieron a sus
tareas. Pero tuvieron que seguir sesionando en la casa del gobernador Aráoz,
porque el salón congresal, el de la famosa
“casita”, estaba siendo preparado y adornado para el baile de la noche.
En una breve sesión nombraron a Pueyrredón
Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata y designaron a
Belgrano General en Jefe del Ejército del Alto Perú, en reemplazo de Rondeau,
muy desprestigiado tras la derrota de Sipe-Sipe.
El Director
Supremo partió esa misma tarde para Córdoba, donde lo esperaba el general San Martín para tratar un tema secreto.
Después se supo el contenido de las conversaciones que duraron dos días: el cruce de los Andes, la Independencia de Chile y el Perú. San Martín lo
había preparado durante años, teniendo muy en cuenta un manuscrito de 47 páginas
que había sido elaborado por el general inglés Thomas Maitland en 1800 que
aconsejaba tomar Lima a través de Chile por vía mar.
¡VENGA A
BAILAR A TUCUMÁN!
La ciudad de
Tucumán estaba llena de flores,
guirnaldas y banderas. Por la noche se armaron varias peñas y bailes de
festejo. Se había esperado mucho para declarar la Independencia y la gente quería expresar su alegría.
En la casa histórica el baile se armó en el
salón principal. Allí estaba la orquesta y algunos paisanos guitarreros. Porque
se bailaba el minué, pero también la zamba. Entre los que mejor bailaban, se
destacaba el general Belgrano, que no se despegó en toda la noche de la muy
bonita Dolores Helguera, la futura madre de su hija.
Por allí
andaban las chicas más lindas de Tucumán,
así que decidieron elegir a la reina de la fiesta. Como en un concurso de Miss
Argentina, se armó un jurado y salió electa Lucía Aráoz a la que llamaron “la
rubia de la Patria”. Todos quisieron bailar con la reina, que al final de
cuentas y de tantas discusiones y propuestas monárquicas fracasadas en el
congreso, fue la única que logró, con su belleza, poner de acuerdo a
monárquicos y republicanos en proclamar, aunque sea por una noche, a alguien
con título real.
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